Un pazo que, por barroco, no puede ser más gallego, ni mas bello. Los caños de mil fuentes recuerdan el sordo sonido del chorro del pilón en las aldeas y el lento deslizar de los patos en un estanque que es, de hecho, un puro ensueño, la elegancia palaciega de la seda. Y un jardín, que a la luz incierta del invierno, conjuga todos los matices de un poema.
*Continuad la obra”, ordena un dedo acusador grabado en piedra. Y las camelias atienden obedientes al deseo del que fuera casi con toda seguridad su primer dueño.
Mediaba el siglo XVIII; de entonces aquí algunos camelios se han elevado ya más de 8 metros. Otros, recortados en forma de sombrilla, recuerdan que en Oca son capaces de brillar hasta abril, e incluso mayo, por aquello de coincidir con las hortensias.
Y no importa si están entre las más antiguas de Europa, que lo están, ni siquiera el apodo botánico que tengan: en Oca las camelias resumen sencillamente la belleza.