Las camelias de Quinteiro da Cruz iluminan un jardín con alma de museo. Una colección de piezas únicas prendidas de los setos, a modo de tabiques que separan los senderos. De glorietas, escondrijos y escaleras que se abren al fin a un paisaje de viñedos.
Fugaces y por fuerza irrepetibles, las camelias de Quinteiro da Cruz se dispersan por el jardín al dar febrero. Lo llenan de chispones de color o de chispitas que titilan entre las sombras de los setos. Y cuando mueren tienen ya valor de monumento.
Todo este patrimonio de belleza aumenta sus fondos cada invierno. Del Oriente, del Vietnam, del Japón o de la China, y a veces de la imaginación sin ir mas lejos, llegan infinitas variedades de camelias que componen una exposición que no puede ser ni más temporal ni más eterna; una muestra de arte vegetal en toda regla.
Efímeras, serenas. Camelias de vanguardia, rojas, negras. De pétalos pecosos, que en Quinteiro da Cruz se vuelven en verdad obras maestras.